se agazapa y me dispara un lagrimón
se lo esquivo y manda un beso de la vieja
y el postrero respirar de un bandoneón.
Se acomoda el gacho negro en la cabeza
y me bate ahí nomás, sin compasión
de querusa, desde el fondo de la pieza
su lunfardo arrabalero y compadrón.
Hay un tango que me mira del espejo
que me juna, me chamulla socarrón
que se ajusta la golilla en el pescuezo
dice isa, y me pianta el corazón.
Y me quedo orejeando en la penumbra
manoteando esquivas sombras de pensión
salgo en busca de un motivo que me hunda
y que nunca me devuelva la razón...
Sandra Ugarte
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